Entre la ficción y la realidad...
Entre la
ficción y la realidad...Muchos interrogantes y algunas respuestas para
profesores y estudiantes de Residencia II del Profesorado de Geografía en el
contexto del COVID-19.
Mg.
Sgubin, Nadina
Instituto
del Conurbano, Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina.
nsgubin@campus.ungs.edu.ar
El
contexto del Covid-19 en Argentina determinó que a partir del 19 de marzo de
2020 se dictara un decreto de necesidad y urgencia (Nro. 297/2020) que
estableció el aislamiento preventivo, social y obligatorio en todo el país. A
partir de ese momento se suspendieron las clases presenciales en todos los
niveles a escala nacional.
De
esa manera, los docentes comenzamos a reorganizar nuestro trabajo, buscando
tomar decisiones entre las normativas que las instituciones armaron (en algunos
casos rápidamente) y rearmaron para el trabajo con los estudiantes sin
presencialidad y nuestro parecer respecto de qué debíamos hacer en una realidad
absolutamente novedosa, imprevista y con un margen de incertidumbre enorme.
Desde
ese momento comenzamos a acumular interrogantes a una velocidad que superaba la
capacidad de pensar respuestas. Particularmente les comparto la experiencia como
docente de Residencia II del profesorado de Geografía de la Universidad
Nacional de General Sarmiento en la provincia de Buenos Aires, Argentina[1]. ¿Cómo me contacto con todos los
estudiantes a los que llegué a ver en las aulas un par de veces? La existencia
de la plataforma Moodle permitiría
acceder a algunos contactos, solo a aquellos estudiantes que ya habían sido
incluidos en las aulas virtuales de dicha plataforma. Sin embargo, rápidamente
comprobamos que no figuraban todos. Algunos docentes habíamos llegado (en la
primera semana de clase) a armar un grupo de WhatsApp
que se convirtió
en el gran aliado para la comunicación.
Otro
interrogante de aquel primer momento: ¿hasta cuándo será esto de la falta de
presencialidad? Desde las instituciones se organizaron probables escenarios de
cursada: si solo los primeros meses del semestre, si todo el primer semestre,
si extendemos el semestre y utilizamos algunas semanas del receso de invierno
para no perder clases…. armamos distintos cronogramas para lo que sería esa
cursada con modalidad imprevista: todos terminaron en la basura.
Seguían
las preguntas: ¿cuál será la mejor forma de hacer llegar los contenidos de las
clases? Los primeros intentos en la virtualidad se caracterizaron por el
recorrido por una amplia gama de recursos, en una suerte de prueba/error:
audios, Power Point
con sonido, guías de trabajos, clases virtuales con uso de plataforma zoom/meet/jitsi u otra. El abanico de posibilidades era
enorme pero, ¿cuál sería el mejor? Ante ello nos dijimos: debemos aprender el
uso de estas ofertas aceleradamente, todo vale: consejos y recomendaciones de
colegas, tutoriales, mientras tanto ¿todos los estudiantes podrán conectarse? Nuevamente
el WhatsApp nos facilitó el contacto y conocer las
posibilidades de ellos.
Implementadas
algunas o todas, estas soluciones nos llevaron a otra gran interrogante: ¿qué
estará sucediendo del otro lado de la pantalla?, ¿escucharán los audios?, ¿se
conectarán a la plataforma donde están los materiales?, ¿qué pasa cuando en mi
pantalla muchos están sin cámara, entran y salen del encuentro, la conectividad
decae, ah!! Además debo mirar el chat para ver si el que no tiene micrófono
envía algo. ….Definitivamente,
hemos perdido el control de nuestro trabajo: no vemos los rostros de los
estudiantes y sus expresiones, se nos dificulta reconocer el tono de su voz,
nos encontramos 40 minutos (con suerte una hora, hora y media) cuando antes los
encuentros eran entre 2 y 4 horas reloj. Los estudiantes trabajan durante la
semana en soledad con un intercambio muy pobre con sus compañeros. Promediando
el primer semestre llegamos a la fatídica pregunta: ¿estará sirviendo esto que
estoy haciendo?
En
el intercambio con colegas algunos responden muy seguros que sí, que todo sigue
igual, excepto que no vamos a las instituciones: ¿será que necesitan calmar su
angustia por la pérdida de control y llevan adelante una aparente normalidad en
otro espacio que no es el aula sino la virtualidad? Percibo la construcción de
una ficción sostenida a toda costa casi como una defensa. Quizás suene
aliviador que en otros países también se dio inclusive en el nivel primario y
secundario, como menciona al periódico Página 12, el pedagogo italiano Francesco
Tonucci: “Frente a todo el desastre, en esta situación que ha cambiado todo en
nuestras vidas, la escuela es la única que afirmó ‘no cambia nada’: seguimos
como antes. Esto significa ‘seguimos con nuestros programas, con nuestros
libros de texto, seguimos con clases y seguimos con tarea’” (Página 12, 2020).
Otros
sostienen que no sirve de nada: despojados del aula, el pizarrón y su rutina se
niegan a reformular sus prácticas de enseñanza, amparados en el escepticismo
absoluto. Resulta interesante recuperar el concepto de “mediación pedagógica”
del docente, tal como lo plantea Davini, esta idea “es fértil para comprender
que quien enseña no es el centro del proceso de enseñar (…) Por el contrario,
quienes enseñan son efectivamente mediadores entre las intenciones educativas,
aquellos contenidos que se enseñan y las características y necesidades de un
individuo o grupo concreto” (2015: 31). Para muchos docentes se hacía muy
difícil descubrir las necesidades del grupo a través de la pantalla.
Otros
apostamos a construir desde el lugar de estar hoy más que nunca aprendiendo con
nuestros estudiantes. Aun cuando, ya transcurridos todos estos meses sin
regresar a las aulas de manera presencial, se ha convertido en un desafío con
cierto dejo de frustración. Más aún en la asignatura Residencia II del
Profesorado de Geografía, donde mucho ha quedado en suspenso. Si pensamos desde
el lugar de los estudiantes: la experiencia de ir construyendo las
planificaciones de sus clases, la hermosa tarea de inventar, de obtener una
creación propia y de no estar solo en ese proceso sino con los compañeros, se
lleva adelante con poco intercambio y el desánimo generado por el hecho de que
no entrarán a las aulas durante el 2020. Ha quedado suspendida la ansiedad por
ingresar a un aula como docentes y probarse a sí mismos (particularmente la
cohorte de este año se caracteriza por estudiantes que nunca han dado clase en
la escuela media, por eso hago referencia a la ansiedad). También, sus
expectativas de terminar con esta cursada sus estudios universitarios y obtener
el título de Profesor/a. Todo ha quedado para el 2021, por ahora se trabaja a
un ritmo mucho más lento, en los encuentros virtuales, asistiendo a las dudas
de los estudiantes, incorporando como contenido novedoso la preparación de los
estudiantes para enseñar en entornos virtuales y ya planificando la continuidad
en el 2021 para la efectiva realización de sus residencias. Muy probablemente
en aulas que combinen la virtualidad con la presencialidad, lo cual constituye
un desafío en la preparación para ese contexto posible.
Encuentro
acá, lo que considero la palabra clave de este año: Planificación. ¿Qué ha
sucedido con lo que hemos planificado? Ni estudiantes, ni docentes hemos podido
cumplir con lo planificado, por lo tanto, ¿qué ha pasado con la seguridad que
viene de la mano de ella? Feldman plantea que “cuantos más aspectos puedan ser
previstos, hay más disponibilidad cognitiva para la atención de distintos
eventos de la clase” (2010: 44); evidentemente la previsibilidad ha estado
ausente en todo este período. Este
nuevo contexto nos obligó a redefinir muchas cosas respecto de Residencia II y enseñar
en la virtualidad. ¿Cuánto sabemos de eso? En mi caso, poco, alguna experiencia
como estudiante y como docente en cursos virtuales… Considero que no alcanza.
La primera búsqueda: aprender sobre este nuevo escenario… No hay tiempo. La
llave de salida: buscar ahí en la misma esencia del ser docente, ¿cuál es el
rol del docente?
La
respuesta claramente es un no al administrador de recursos, al especialista
técnico y/o a la asistencia psicológica que administra angustias compartidas.
Sí construir saberes con los estudiantes, ¿se puede hoy así? Sí, saberes
prioritarios pero, sobre todo, bajo una premisa: aprender a enseñar y a
aprender en un contexto nuevo. En este punto, es posible recordar como en algún
momento “la concepción de la formación en las prácticas [se planteaba] como campo
de aplicación,
o de las técnicas” (Davini, 2015: 17). Numerosas investigaciones han
cuestionado esta concepción; sin embargo, lo vivido durante el primer semestre
del año pareció, en muchos casos, un retorno al “aplicacionismo” furioso. Asimismo,
la reflexión sobre la práctica que plantean corrientes más modernas, pareció no
encontrar el espacio/tiempo ante la urgencia de reordenar la tarea. Para muchos,
la práctica y reflexión en la acción constituyeron un buen soporte ante tanta
vorágine.
Quisiera
compartir unas breves reflexiones que me han permitido encaminar mis propias
angustias y abordar un segundo semestre con más calma: una de ellas es la idea
de aprender mientras hacemos con otros; es decir, la oportunidad de aprender
junto con nuestros estudiantes, el placer de gestar un nuevo aprendizaje. En
ese sentido la idea del aprendizaje como “un sistema en el cual el camino
individual indisolublemente requiere de la participación social y
colaborativa de otros, del ambiente y de los productos culturales mediadores”
(Davini, 2015: 40) resulta sumamente rica, aun cuando en el contexto de no
presencialidad el ambiente no haya sido el aula y los productos culturales
mediadores hayan tenido cierta prevalencia sobre los otros. Por otro lado, la
pandemia hizo trizas la planificación hecha para el 2020, nos sacudió y con
ello la oportunidad de no aferrarnos a la planificación como salvavidas. Ambas
situaciones, considero que nos conectan con la esencia del ser docentes y abren
a reflexionar sobre lo hecho hasta acá, sobre lo que estuvimos y estamos
decidiendo/haciendo y sobre la posibilidad de aprender desde el hacer pero con
la novedad de que ese hacer, nos coloca en un lugar de mucha incertidumbre
sobre cada una de nuestras decisiones. Sin embargo, el quiebre de la rutina y
la desaparición de las seguridades, así como estar igualados como nunca con
nuestros estudiantes, nos reencuentra con la esencia del ser docente.
Referencias para el debate
Davini,
Ma. C. (2015) La formación en la práctica docente. Paidós.
Feldman,
D. (2010) Aportes para el desarrollo curricular. Didáctica
General.
Instituto Nacional de Formación Docente. Ministerio de Educación de Argentina.
Terigi,
F. (2009) La formación inicial de profesores de Educación Secundaria:
necesidades de mejora, reconocimiento de sus límites. En Revista
de Educación,
350, pp. 123-144.
Página
12 (2020) Educación en cuarentena: el foco puesto en la innovación más que en las
metas. Buenos Aires.
[1] Esta
asignatura es aquella en la que los estudiantes concurren durante dos meses a
las aulas del nivel secundario a realizar su residencia.
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