Vivir la docencia bajo la contingencia del año 2020. Una experiencia que marca nuestras sociabilidades, las comunicaciones en clase y nuestros aprendizajes a través de la pantalla
Vivir
la docencia bajo la contingencia del año 2020.
Una
experiencia que marca nuestras sociabilidades, las comunicaciones en clase y nuestros
aprendizajes a través de la pantalla
Dení Trejo Barajas
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
dtrejo27@yahoo.com.mx
Doy clases de
Historia en nivel universitario. Siempre lo hice de manera presencial. Conforme
el avance en los medios de comunicación, fui incorporando medios audiovisuales
a mis clases hasta llegar al uso del cañón, el power point y los pizarrones
digitales. Nunca me vi ante la necesidad y posibilidad de hacer trabajo docente
virtual de manera integrada.
A partir de abril
de 2020 el cierre de mi Universidad por la contingencia provocada por la
pandemia del COVID-19 me obligó a transformar mis clases de un día para otro.
No fue fácil, no por el hecho de que no dominara las plataformas educativas
virtuales, las cuales poco a poco he ido conociendo mejor junto con mis
estudiantes, sino por otros aspectos que considero importante mencionar:
·
Para mí es fundamental la socialización: ver,
escuchar a los otros y que me vean y escuchen mis gestos y los suyos; sus
palabras y las mías; los énfasis, y los movimientos del cuerpo. Todos estos son
partes de la comunicación, que precisan, reafirman, niegan, ponen en cuestión
las comunicaciones que tenemos en el salón de clases o incluso fuera de él,
pero girando siempre alrededor de los problemas de conocimiento que nos
planteamos. En el sistema de las plataformas educativas y videoconferencias la
comunicación indirecta puede ser muy rápida y más compartida, porque ahí están
los documentos, los videos que subo y les pido que vean o que otros estudiantes
sugieren para complementar, o las tareas que todos pueden leer; pero por otro
lado, puede ser muy lenta y tortuosa la comunicación directa entre nosotros,
con suerte y ese día de clase el internet está de buena calidad, pero no
siempre es así, de manera que a veces no nos escuchamos bien, en ocasiones hay
que cancelar la imagen para que se mantenga un sonido adecuado. En el peor de
los casos simplemente se corta la videoconferencia en el momento menos esperado,
y rápidamente tengo que buscar la manera de entrar de nuevo para no perder el
hilo y a los estudiantes. A varios de los jóvenes les ha pasado lo mismo, salen
y entran a la clase por inestabilidad del internet, y algunos otros de plano no
tienen acceso a este. En mi grupo de licenciatura un joven desapareció de la
clase, nunca pudo conectarse, y con otros tres acordé que me enviaran trabajos
por correo cuando los tuvieran, luego de que yo les enviaba las instrucciones.
Una de ellas me pedía le enviara las lecturas porque en su pueblo le costaba
mucho conectarse y no le daba tiempo de buscar las revistas por internet. La
tecnología no es infalible, pero así nos la presentan los nuevos poderes de las
grandes empresas tecnológicas que tratan de imponerse en el medio educativo.
Además de que hay distorsión en las comunicaciones, habría que preguntarse junto
a nuestros estudiantes cuánta gente se ha quedado sin trabajo por cada mecanismo
facilitador de la comunicación virtual. También sobre el hecho de que el
aceptar estas formas de trabajo sin cuestionamiento nos hace más vulnerables
laboralmente. El futuro que estamos construyendo ahora tiene que ver con la
historia, tanto como la del siglo XVIII fue construyendo la modernidad liberal
de nuestras naciones. Trato de insistir en estas cuestiones con mis estudiantes,
pero no sé qué tanta mella hago en ellos, se quedan expectantes ¿son más mis
preocupaciones que las suyas?
· Ha crecido enormemente el mercado de los
materiales educativos que podría utilizar (revistas, blogs, conferencias en
línea, presentaciones, congresos, entrevistas, museos abiertos, visitas a
ciudades de todo el mundo, etc.) pero no doy abasto entre preparar lo que he
sugerido de inicio, revisar lo que los estudiantes hacen para comentar en la
siguiente sesión, y buscar alguno de estos materiales complementarios. Después
de cada una de estas clases estoy cansada porque entre clases virtuales,
lecturas, búsqueda de materiales, reuniones académicas, trabajo de
investigación, me he pasado casi todo el día frente a la computadora.
· El problema de fondo está en que lo que
sucede en el aula en términos de las relaciones interpersonales (el espacio
psíquico que se genera, en términos de Blanchard Laville), de la atmósfera que
uno contribuye a crear para que se genere la posibilidad del conocimiento, es
muy distinta en el aula que cuando está de por medio la pantalla. Considero que
es determinante ese ambiente para que expresemos nuestros saberes con relación
a un tema, a una disciplina, y se logre ese intercambio que favorece el
conocimiento, en el que se expresan inconscientemente gustos, miedos,
frustraciones ante ese saber. No digo que no se puedan generar en alguna medida
atmósferas apropiadas, en cierto modo he comprobado que son posibles, pero a
cambio de un esfuerzo redoblado y la pérdida del contacto humano cuyas
consecuencias todavía no advertimos del todo, aunque percibo claras
resistencias en mí misma, en mis estudiantes y en algunos miembros de mi
familia.
· Con mis estudiantes de historia del siglo
XVIII, de nivel de licenciatura, comencé el curso, todavía presencial, con un
tema casi de contingencia en México: el de la mujer; acababa de pasar la marcha
de las mujeres del 8 de marzo que hizo especial énfasis en los feminicidios. Les
conté en una de las primeras clases que yo había asistido y se asombraron. Sus
resistencias a hablar del tema me frustraron un poco porque tengo el prejuicio
de que todo joven es un rebelde que está con las causas sociales, pero no es
así en este grupo. Buen motivo para romper con mi propio programa y desviar el
curso investigando la vida de las mujeres del siglo XVIII. Días antes los había
invitado a un examen doctoral sobre la población negra en una región de
Guanajuato a través de los matrimonios y la movilidad de la población, así que
con esos antecedentes ya tenían algunos elementos para continuar con el tema a
partir de mi sugerencia de que buscaran artículos en línea. Contrario a lo que
pensaba porque se supone que los jóvenes dominan las redes no encontraban las
revistas que se publican en internet. Les di pistas y les sugerí directamente
algunos títulos o autores. Este primer trabajo lo discutimos ya en plataforma
virtual y videoconferencia pues la contingencia sanitaria había comenzado.
· A partir de entonces cada vez que nos
encontrábamos virtualmente, mi manera de proyectar confianza y afecto (yo era
la primera que necesitaba ese reforzamiento) fue preguntarles cómo estaban,
como se sentían, y yo por lo general traté de ser abierta al respecto, contar
de mi propia situación, de las dificultades del trabajo en casa, de la
presencia de mis nietos, sin jardín de niños, razón por lo que alcanzaban a
escuchar gritos y risas en el transcurso de la clase, o de cuando tuve que
suspenderla porque había nacido en la madrugada el último nieto y no llegó el
doctor a tiempo, así que la hice de partera, de manera que para las 10 de la
mañana que comenzaba mi sesión virtual estaba todavía muy conmocionada y atareada.
En la siguiente clase comenté que lo extraordinario que había sido para mí
recibir a mi nieto era lo común en el siglo XVIII y lo seguía siendo en algunas
zonas rurales del México de hoy en día (así que la temporalidad la podíamos
pensar no solo como lineal y progresiva). Aunque les propuse que buscaran
trabajos sobre el tema, no los encontraron en una primera revisión y no quise
insistir porque tal vez era más mi interés que el de ellos. Además ya habíamos
quedado en que el tema siguiente abordar el tema de epidemias.
· Subí de inicio el pdf de La Peste,
de Albert Camus, podían leerla a lo largo del semestre, pues a la historia se
puede uno acercar por diversas vías. Ya
habíamos revisado en un texto más general de historia de México las epidemias
más significativas del siglo XVIII y su asociación a hambrunas y crisis
agrícolas. De nuevo sugerí el camino que ya habían probado: una revisión
historiográfica, tanto cuantitativa como cualitativa, a partir de los artículos
que encontraran en varias revistas especializadas de acceso abierto. La parte
cuantitativa debían hacerla en duplas subiendo los resultados y PDF encontrados
en las revistas consultadas a plataforma. Con esos materiales todos tenían acceso
a varios artículos entre los cuales podían elegir los pertinentes para hacer un
pequeño ensayo. Fue en estas sesiones
que me desesperaba que las videoconferencias fallaran y terminaran en mensajes
subidos a classroom, perdiéndose la riqueza de las discusiones. De cualquier modo,
alguna ventaja tuvo los diálogos escritos y yo pude subir, además de mis
comentarios, nuevos textos para complementar lo que ellos habían compartido. Los
trabajos finales del tema también eran subidos a la plataforma y leído y
comentado por todos, no solo por la maestra. Como con el tema de las mujeres todos
los escritos entregados intercalaban comentarios que comparaban las epidemias
de otras épocas con la que estamos viviendo. En otras circunstancias el estudio
del siglo XVIII se hubiera concentrado en el mismo sin muchas posibilidades de
interrelacionarlo con la experiencia presente.
· Podríamos preguntarnos si con lo que
vivimos actualmente las jóvenes generaciones recuperarán lo que podríamos
llamar experiencia, esa que alimenta la memoria y yo agregaría que el
pensamiento histórico ¿La historia entonces debemos enseñarla y contarla
desde estas experiencias significativas, aunque dolorosas que tienden a invisibilizarse
y banalizarse en esta nuestra modernidad tardía del hiperconsumo mediático?
· En mi curso de Didáctica de la Historia
traté de que los estudiantes de la Maestría en Enseñanza de la Historia escribieran
sus experiencias docentes bajo esta situación de contingencia sanitaria. Lo que
presentaron y comentamos en clase virtual fue muy interesante. Todos
coincidíamos en que representaba un exceso de trabajo; que se mezclaban las tareas
del hogar con la labor docente; las dificultades tecnológicas con chicos de
primaria y secundaria, y el sentir que por presión de sus respectivas
autoridades educativas cargaban con demasiado trabajo a sus estudiantes y a las
madres/padres de familia. Coincidimos en la necesidad de plantear las cosas más
relajadamente, preocuparnos más por la salud emocional de los chicos bajo estas
circunstancias y aprovechar las propias inquietudes que están viviendo, más que
seguir el programa establecido. Todo ello, sin embargo, va en contra de la
necesidad de las autoridades de comprobar que se está avanzando en el programa
establecido. Valoramos que tienen una amplitud de temas por tratar con sus
chicos si observan con ellos la vida cotidiana. De dónde vienen y a dónde van
los problemas que enfrentan. Sin duda tienen más dificultades que yo: menos
libertades para salirse del currículo oficial, más vigilancia de las
autoridades mediante el cumplimiento de objetivos de las planeaciones escolares,
el no trabajar directamente con los chicos sino a través de los padres/madres
por WhatsApp. La tecnología de las videoconferencias con todo y sus defectos no
llega a todos lados.
· Estas circunstancias y problemas son la
vida cotidiana; es lo que sucede y se nos presenta como una multiplicidad de
fenómenos en los que estamos implicados, pero que desde el otro lado de la
pantalla no se alcanzan a ver ni a darle todo el sentido que pueden tener. Lo
comenté recientemente con mis estudiantes de Historiografía del doctorado: es
el “mundo de la vida” que estudiaron Husserl y otros autores, con toda su
riqueza y aparente anarquía y al cual intentamos darle un sentido. Tengo que
discutir con ellos esto, pues algunas estudiantes afirman contundentemente que
la historia se construye con vestigios y documentos. Insisto en que son dos
aspectos del mismo problema, los documentos son una expresión de esas experiencias
inconexas de otros tiempos; asimismo vivimos experiencias día a día bajo estas
circunstancias que nos han tocado. Ellas quisieran solo volver la vista al
pasado más o menos remoto que eligieron estudiar. Me digo ¿será una forma de
escape? El pasado histórico tiene su atractivo por sí mismo, nos hace darle
sentido a eso que se nos revela en los vestigios y documentos, y a veces nos
hace alejarnos del presente y no advertir que también podemos estar viviendo
tiempos que necesitarán relatos y explicaciones.
Tengo que terminar
este escrito, pero la historia sigue con cada sesión, la mía, la de ellos (mis
estudiantes), la de los otros (en variopintos tiempos y espacios) y la de lo
otro (todo aquello que se ve afectado por nuestras formas de dominación de la
vida en la tierra: los animales, las plantas, las aguas, las bacterias, los
virus…
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